CUANDO EL FUEGO ENCIENDE EL AGUA
las manos de Matilde trabajan con fuego:
rojo que incita, que delimita, que exalta…
Cuerpos que fascinan y
que se muestran
ante un fondo de deseo.
Cuando pintas con el color del deseo
las mujeres atraen y te queman,
y la piel es como fuego que besa
esos cuerpos de seda.
Cuando el crepúsculo se mezcla con el agua:
agua de vida,
aire que explota,
las mujeres de rojo se muestran,
a veces a trozos, a veces enteras,
sinuosamente volcadas en lo suyo,
en representar un misterio.
Cuando los rojos iluminan a esas mujeres
engalanadas de expresiones y desdenes,
se ofrecen, y tu sabes de su desgana,
rebelándose contra un poder oscuro,
mezquino y cruel
que les impide crear,
engendrar ciudades o
convertirse en pétalos de rosas.
Mujeres vestidas de rojo,
marcadas de piel,
que ofrecen su sensibilidad
a las miradas que las puedan,
desde la sinceridad,
reconocer.
Rojo al desnudo,
desnuda entre rojos,
rojo pretexto para despertar la mirada.
Rojo en movimiento,
rojo que satura y que engaña.
Cuando el sol prende fuego al agua,
explota vida en cada trazo
y se reinventa el alma de cada mujer
que reivindica ser descubierta
tras el fuego de su belleza.